David era un joven soñador. Iba a volar en una nave. Su primo Juan no veía posible ese viaje y vino a ver si la nave tenía movimiento. No se movía. - Si le pusieras una vela, volaría. Ni la vela, ni el viento, ni el vendaval desanimaron a David. - Un día sere astronauta y viajaré en una nave de verdad - afirmó.