Luis perdió un tornillo del monopatín y se puso a llorar. Miró por el pasillo y no estaba. Fue con su tío Ramón al taller y le pusieron otro tornillo con el destornillador. Después salieron fuera a merendar un bollo y tortilla. Más tarde patinó y su tío le esperaba en la orilla de la pista. Desde ese día no lloró más por una tontería.